lunes, 12 de marzo de 2012

ERAN CINCO PINARES SOLAMENTE...


Eran cinco pinares solamente
de aquel bosque plantado en la colina,
cinco sombras altivas, solitarias,
que pedían el sol de cada día.

Yo recuerdo la tarde que dejamos
esos pinos luchando con la brisa,
eran tallos tan débiles y jóvenes
que auguraban muy poca travesía.

Pero juntos cruzaron su calvario
en inviernos de lluvias y ventiscas,
con calores ardientes del estío
y con llantos mezclados con las risas.

Un otoño, un incendio muy cercano,
avanzó con su lengua tan dañina,
hasta cerca, muy cerca de los pinos
chamuscando sus ramas tan bonitas.

Más crecieron, alzándose hacia el cielo
a buscar las estrellas que allí brillan,
a rozar con sus dedos los luceros
y a soñar con misiones infinitas.

Eran cinco pinares solamente
los que estaban plantados y dormían,
cinco dioses ajenos a la tierra
y a los hombres ansiosos de codicias.

No sé bien, como y cuando despertaron,
pero sí que volvieron a la vida,
y temblaron sus ramas nuevamente
escuchando, a lo lejos, letanías.

Unos hombres, a cuestas, transportaban
una caja marrón y deslucida,
y otros hombres rompían el silencio
tras la cruz que hacia allí se dirigía.

A su lado dos hombres excavaron
una fosa profunda y muy sencilla,
escoltada tan solo por los pinos
y la luz de la tarde que termina.

Y allí mismo, dejaron descansando,
al autor que escribía poesías,
entre cinco pinares simplemente
que él había plantado en la colina.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/03/12

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