martes, 9 de agosto de 2011

ABRAZAR EL VACÍO...


Abrazar el vacío y sentir el recuerdo
de la persona amada.
Hallar en el presente ese cuerpo que esperabas,
esa mano que te busca,
esos ojos que te miran,
esos labios que te hablan.


Buscar esa figura a la que acudías, no hace tanto,
para decirle:
"Hace buen día, ¿te animas a dar un paseo?",
ó quizás para preguntar si había que bajar
la basura,
si tenías que ir a comprar el pan,
si pasabas por el mercado a buscar la fruta,
si aún alcanzaba la leche hasta mañana...


Y todo eso se lo decías mientras te acercabas
a su lado y sentías su aliento y su perfume,
su pìel bajo tu mano y su vestido,
el latido de su pecho acelerado en tu presencia,
la sonrisa de aquellos labios encantadores,
y el murmullo de unas palabras que contestaban
tus preguntas y a las que tú,
ni siquiera escuchabas.


Y todo estaba allí,
en ese pasado que ahora buscabas,
en ese presente detenido en el recuerdo.
Allí estaban congelados los zapatos de charol
entre la escarcha de aquel baile,
las lágrimas de emoción por el premio conseguido,
la rosa tomada en la mesa de sus manos,
la estrella parpadeante que miraba vuestro beso,
la vieja encina que os ofreció su manto
y su escondite,
los globos de colores que volaron hacia el cielo
con la fiesta y los cohetes.


Y allí estabas tú, Ciudad Recuerdo.
Estabas como siempre, vigilando y vigilante,
estabas pendiente de mis pasos,
estabas anunciando que el presente ya pasado,
que los días y los meses son un ciclo inacabado
de ese tiempo que discurre;
estabas en mis sueños que volvían tras sus pasos,
estabas impidiendo que la fuerza irresistible del recuerdo
me arrastrara hacia la costa,
estabas en la helada y el rocío que caía
y congelaba las ideas,
estabas en la casa silenciosa, a través de sus cristales,
intentando que callaran las trompetas de la noche,
que amainaran los violines su respuesta
y pararan esas notas agridulces del piano.


¡Sí, Ciudad Recuerdo!, allí estabas y allí
me encontraste, ¡como siempre!,
ensimismado en mis poemas,
en las letras que salían de mi pecho y volaban
por mis dedos al cuaderno.
Estaba elaborando fantasías y utopías sin sentido,
mariposas infantiles que surcaban los jardines
de una Alhambra imaginaria.
Estaba rebuscando en esa agenda polvorienta
los recuerdos de una noche y unas manos,
las caricias y los besos recibidos,
el latido de aquel pecho silencioso
que dormía entre mis brazos.
Y volaba con mis sueños en el sueño y en la vida,
como vuelan las gaviotas,
y mis labios suspiraron con su nombre
y con la cara que volvía, reflejada, en mi recuerdo.


...Pero todo era vacío y soledad;
solo el silencio de una noche de nostalgia,
simples jirones de un pasado, resistiendo la derrota,
con dolor y con tu ausencia.
No estabas allí, ni estaba la persona amada,
y no podría decirle: "Dulces sueños mi niña,
duérmete ya y no tengas miedo,
me quedaré a tu lado mientras la noche pasa".


Tan sólo estabas tú, Ciudad Recuerdo,
ciudad maravillosa y encantada,
ciudad que me persigue día y noche sin descanso,
ciudad donde dejé todo mi ser, toda mi alma,
para abrazar al fin ¡la nada...!


Rafael Sánchez Ortega ©
09/08/11

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