miércoles, 18 de mayo de 2011

UN SUSPIRO SIMPLEMENTE...


Te oí decir que era un día malo
y te miré a los ojos, en silencio.
Mirabas a lo lejos, al vacío,
buscando más allá de las pestañas
la causa del suspiro de tus labios.


De pronto sonreíste en un segundo,
pero vi que era forzada tu sonrisa
y el chispido que salía de tu boca,
un trocito del cielo de tu alma
que asomaba en un quejido,
vacilante y trotamundos a la vida.


Yo miraba, y te miraba
más allá de tu figura,
miraba a ese rostro ahora serio,
a tus manos rodeándole y tocando tus mejillas,
a tus ojos sin la gracia y el calor
de tantas noches...


Y entonces vi la chispa aquella,
el faro balbuceante que buscabas,
la nube que pasaba por los cielos,
la voz estrangulada de tu pecho,
la sombra que llegaba hasta tu cara
y la abrazaba entre sus gasas
y negrura...


Pero tú, nerviosa y pensativa,
tenías en tus labios la palabra,
tenías ese grito que pugnaba
por salir en esa noche,
tenías el latido de tu pecho congelado,
tenías a tus dedos que rozaban
a tus labios deseosos de caricias
de unos besos informales,
pero llenos de pasión y de cariño.


Yo quise que rompieras el silencio,
y quise que la risa se asomara
en esos labios,
y quise que tu grito se escuchara
en mis oídos,
y quise que tu voz a mi llegara...


Te pregunté que qué pasaba,
(o no fue así, -ya no recuerdo-)
y me dijiste que tu cuerpo estaba enfermo,
que no tenías ganas de hacer nada,
que llevabas sin comer desde un gran rato.


Me contaste una historia,
que es tu historia,
y me hablaste de tu vida,
de tus ansias y apetitos,
de los dulces reprimidos,
de mil cosas diferentes
pero llenas de esos lazos tan cercanos
de tu tiempo
y de tus ratos.


...Entonces suspiré y tú también
me respondiste en un susurro;
suspiraste con tus labios ahora vivos,
sonrientes, ya con vida.
Sonreíste con tus ojos nuevamente
florecientes;
meneaste la cabeza en un gesto diferente,
alisaste tus cabellos y miraste
hacia mi lado.


Unos dedos juguetones,
secuestraron un cigarro entre sus dedos,
lo llevaron a tus labios,
lo encendiste y aspiraste ese humo concentrado,
y después de un corto rato
te tocaste la barbilla con tus dedos.


Un soplido salió presto de tus labios,
un soplido y un suspiro retenido,
un latido simplemente y seis palabras
en su seno:
"Te quiero mi Amor, te quiero".


Rafael Sánchez Ortega ©
18/05/11

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