lunes, 20 de febrero de 2012

NO ESTABAS ESPERANDO AQUELLA NOCHE...


No estabas esperando aquella noche
mis pasos y mi sombra en el camino,
entonces comprendí perfectamente
que el sueño no era parte del destino.

Soñaba con la luz de tu mirada,
soñaba con tus ojos tan bonitos,
y entonces ese sueño irreverente
quedaba con tu ausencia destruído.

De pronto se nublaron mis pestañas
temblando por la escarcha y el rocío,
no estabas para darme tu consejo
y menos a entregarme tu cariño.

Las sombras de la noche me abrazaron
cubriendo con silencio aquel vacío,
la eterna soledad ya me pesaba
y era insoportable aquel delirio.

Quería que estuvieras a mi lado,
¡y tanto que notaras mi suspiro!,
que hubiera dado todo lo que tengo
tan sólo por tenerte allí conmigo.

Más tú no estabas cerca, y lo sabía,
marchabas con la noche y el rocío,
buscando más allá de las estrellas
las huellas que esperaban tus latidos.

Los míos se quedaron congelados
ahogándose las rosas con los lirios,
quedaba destrozado por tu falta
surgiendo hasta mis labios un gemido.

Sabía de la noche de los muertos,
también de los cipreses y de Silos,
sabía que las almas no se mueren
y van hasta un lejano paraiso.

Por eso entre mis ojos tan llorosos
brotaron los timbales de los niños,
llegaban con un eco de esperanza
dejando su mensaje en mis oídos.

Decían que la vida es el presente,
que busque en mi zurrón de peregrino,
quizás allí se encuentre la respuesta
que pido en esta noche y necesito.

La luz de las estrellas me iluminan,
me cubren y me abrazan con su brillo,
es fácil que en sus brazos me despierte
sabiendo que el amor no está perdido.

Rafael Sánchez Ortega ©
20/02/12

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