jueves, 29 de septiembre de 2011

NOSTALGIA.


¿Te diste cuenta de que eras el centro
de atención de todos los presentes?


...Puede que no, pero yo si te vi
en aquel sitio preferente y solitario.


Hablabas a las gentes y contabas tus secretos;
quizás las melodías rescatadas en la tarde,
quizás de aquel pastel comido no hace mucho
y la jarana, compartida, entre los niños que jugaban,
celebrando un cumpleaños.


Hablabas de tu arte y de tus cosas,
del modo en que nacían esas letras
en tu pecho,
hablabas de la flor que te inspiraba
y trasmitía vibraciones no vividas,
hablabas de la vida y de la muerte,
de las noches y los días,
de las nieblas y las sombras,
de los ríos y los mares.


Hablabas de aquel día, no hace tanto,
pasado en la campiña castellana;
hablabas de sus piedras y ciudades,
hablabas de unas manos en tus manos,
de unos ojos que leían a los tuyos,
de unos labios que temblaban
y buscaban a tus labios,
hablabas de aquel beso inenarrable,
con el acto de locura consiguiente que viviste,
hablabas de la sangre arrebolada de tus venas
que inundaba como un fuego tus entrañas,
de la música sin nombre que emanaba de tu cuerpo
y te llevaba hasta otros brazos.


Y hablabas y hablabas...
Pero eras tú, la protagonista de aquel acto,
quien tenía en ese instante la palabra,
quien reía y compartía un comentario,
quien miraba hacia lo lejos, sin ver nada,
quien buscaba entre los rostros
una cara conocida,
quien trataba de encontrar una respuesta
a la pregunta del principio.


Porque en definitiva eras tú,
la persona que allí hablaba,
la perfecta directora de esa orquesta,
la que hacías y lograbas, que aquel grupo silencioso,
te siguiera y atendiera,
que mirara tu figura y escuchara tus palabras,
que sintiera tus poemas
y con ellos que soñara con sirenas y princesas,
con las nubes y los mares,
con los bosques y los campos,
con las flores y los versos,
con las letras destiladas del cuaderno
y el perfume de lavanda, tan hermoso,
que escapaba y embriagaba.


...Pero quizás no te diste cuenta de todo esto
y hablaste sin mirar al auditorio,
sin saber que también hablabas para ti,
porque allí estabas, entre las gentes,
con tu pregunta entre los labios,
con el ansia en tus pupilas,
con el loco frenesí de los amantes:
¡porque amabas y querías, como todos!...


Rafael Sánchez Ortega ©
29/09/11

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