lunes, 20 de junio de 2011

SE CRECEN LOS SOLDADOS CON LA GUERRA...


Se crecen los soldados con la guerra
y ansían el fragor de los combates,
no saben que las guerras y batallas
producen muchas lágrimas y sangre.

Hay seres en los frentes, con trincheras,
que aguantan entre el barro y con el hambre,
combates de diversos proyectiles
y balas traicioneras y leales.

Más quiero que me hables de otra guerra,
¡Oh tierra y camposanto de mi padre!,
la guerra del amor y del cariño
que sufren y padecen los amantes.

Es fácil que no existan las palabras
que puedan describir estas maldades,
se lucha con el alma entre las manos,
llorando y sonriendo cada tarde.

Se lucha por el día, en el recuerdo,
se lucha en cada noche interminable,
se lucha cuando el alba se despierta
tratando de borrar fechas infames.

Más somos prisioneros del pasado
en cárcel sin cadenas y sin llaves,
no debo renegar de mi conducta
y menos por un tiempo irrenunciable.

Yo soy el combatiente de una guerra,
y el único soldado de la clase,
el niño que miraba las estrellas,
y el hombre persiguiendo las vestales.

Estaba en otra guerra sin trincheras,
sin armas, sin fusiles ni bagajes,
tan solo con el alma entristecida
por culpa del amor de los mortales.

Estaba contemplando fijamente
los ojos ya cansados de su madre,
y entonces evocaba otra mirada,
perdida en su recuerdo que lo amase.

Tenía que ganar esa batalla,
seguir en su camino y en su viaje,
tenía que olvidar aquel susurro
que hablaba del amor en cada frase.

Ya sé que tu silencio es elocuente,
¡oh tierra que me aguardas con tu traje!,
te ríes del amor de quien te escribe,
te ríes del poeta y del amante.

Más tengo que decirte que esta guerra
es otra muy distinta y que no sabes,
podrás encarcelarme en tu silencio,
más nunca encarcelar a quien yo ame.

Rafael Sánchez Ortega ©
20/06/11

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