domingo, 5 de junio de 2011

NADIE ME HABÍA MIRADO COMO TÚ...


Nadie me había mirado como tú
me miraste, aquella noche,
al pasar dulcemente por mi lado.


Sentí un escalofrío en las entrañas,
y a la vez, una alegría enorme,
por eso cesaron mis dolores y mi llanto.


Yo te seguí de lejos,
tú caminabas hacia el embarcadero
y yo iba detrás de ti temblando.


Tenías en tu pelo una diadema,
una guirnalda sin luz, como una estrella,
buscando compañeras en los astros.


Y entonces me acerqué. Te di la vuelta.
Tomé tus manos con las mías,
y vi tus ojos tan castaños.


Seguimos en silencio, como antes,
tan solo los latidos en el pecho
tocaban a arrebato.


Afuera, en un reloj, sonaron las campanas,
pasaban las sirenas y las hadas
dejándonos su encanto.


De pronto te miré y también tu me miraste;
temblaron nuestros ojos
y hablaron nuestros labios.


Rafael Sánchez Ortega ©
04/06/11

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