lunes, 14 de febrero de 2011

AQUELLA HABITACIÓN QUEDÓ VACÍA...



Aquella habitación quedó vacía,
sacamos de la misma los recuerdos,
salieron los abrazos de las noches,
momentos compartidos tan eternos.

No pude celebrar la retirada,
mi vista se perdía por el lecho,
las mantas aun tapadas por la colcha
que un día cobijaron nuestros cuerpos.

De pronto deseé correr sin rumbo,
marchar bajo la lluvia mucho trecho,
buscar la larga sombra del pasado
para marchar con ella hacia lo eterno.

Pero yo estaba allí, entre mis libros,
sintiendo renacer la lumbre y fuego,
era un volcán de lava que volvía
para agitar la sangre de mi pecho.

Mi corazón sangraba entristecido
al ver tanto pasado ahora revuelto,
¡tenía que apartar viejos fantasmas!
¡debía de olvidar esos sucesos!

La vida no se para ni detiene,
vivimos día a día el aguacero,
vivimos a pesar de tanta lágrima
que baja con la lluvia desde el cielo.

Vivimos en la paz y la opulencia,
vivimos la miseria de los necios,
vivimos sin saber porqué vivimos,
buscando las respuestas en el eco.

...Más debo continuar, vivir la vida,
el alto de esta tarde es sólo un velo,
la bruma perezosa con la lluvia
que vino hasta mi lado en el invierno.

Es duro ser testigo de tus actos
y más espectador de tus desvelos,
aquellos que creías ya marchitos,
lejanos y enviados al infierno.

Más ya la habitación quedó vacía,
igual que la sonrisa por el techo,
allí se quedarán con la memoria
las prisas, los temblores y los sueños.

¡Oh herido corazón, al fín, despierta,
no sigas con tu llanto y tu lamento!,
tú debes de vivir, tomar la mano
que espera la respuesta a tu silencio.

Rafael Sánchez Ortega ©
14/02/11

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