martes, 25 de enero de 2011

¡AY MANZANA, TAN SABROSA...!


¡Ay manzana tan sabrosa,
que escribieron los poetas!,
¡cuántas cosas tu me ocultas
entre el mito y la leyenda!

Años hace que naciste
en un pueblo sin fronteras,
un eterno Paraíso
sin rencores y sin guerras.

Tú creciste vigorosa
en la verde manzanera
destacando los colores
de tu piel siempre tan fresca.

Pero estabas destinada,
para el hombre como prueba,
en un árbol sugerente
que llamaban de la ciencia.

En el mismo se escondían
las bondades más diversas,
pero estaban las maldades
con su mezcla más perversa.

Así dice la escritura
que narraron los Profetas,
y que todo fue el comienzo
de perder una inocencia.

Porque Dios le dijo al hombre
que la fruta recogiera
de cualquier árbol del campo
y sus ramas tan serenas.

Pero sólo puso un pero,
y en el mismo la condena,
de comer una manzana
de aquel árbol que las lleva.

Y fue Adán el engañado
quien probó de aquella pieza,
él mordió aquella manzana,
por codicia y por promesas.

Las promesas de ser dioses
y ser reyes de la tierra,
ser los dueños de este mundo
los Adanes y las Evas.

La lascivia estaba oculta,
y aunque entonces no la vieran,
al probar aquel bocado
se cayeron las dos vendas.

Y sus ojos inocentes
se miraron con vergüenza,
pues veían en los cuerpos
el pecado sin reservas.

Y taparon a los mismos
con las hojas de la higuera,
mientras Dios que los llamaba
no obtenía su respuesta.

Se culpaban mutuamente
con disculpas tan etéreas,
que hasta Dios avergonzado
les mandó para Judea.

Les sacó del Paraíso,
les privó de su inocencia,
y los hizo tan mortales
desde entonces, como cuentan.

"...¡Ay manzana tan sabrosa,
cuánto ocultas y me enseñas,
cuando leo en la Escritura
tu leyenda y epopeyas!..."

Rafael Sánchez Ortega ©
25/01/11

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