martes, 9 de noviembre de 2010

LA VIEJA CASA

¡Oh "vieja casa" que estás abandonada!,
ya vuelvo a ti,
voy a tu lado,
quisiera buscar las fibras más sensibles,
que se esconden y que duermen,
limpiar el polvo y telarañas
y recibir ahí, de nuevo, tus silencios.

Me gustaría saber escribir,
poder plasmar en unas letras
lo que siento,
decir en pocas palabras aquello
que brota en mi alma,
lo que arde en mis labios
y galopa en las venas.

Quisiera poner en orden los
muebles y rincones de esa
"vieja casa" de la aldea.
Aquellas paredes robustas,
curtidas por los vientos y las lluvias;
pintar sus ventanas oscuras,
abrir los balcones y las puertas,
dejar que el aire entre y se ventilen
los recuerdos y las sombras.

Qusiera tener la habilidad
de los artistas,
para poder cuidar aquel jardín abandonado,
en que busqué la rosa tanto tiempo,
para verlo crecer en primavera
y, nuevamente,
cortar allí la flor de la esperanza.

Quisiera desempolvar aquellos sueños.
Las viejas fantasías de la infancia,
los cientos de recuerdos apilados,
en el desván y entre las sombras,
junto a las sonrisas y los llantos
que ahora duermen allí,
solitarios y abandonados.

Quisiera abrir esas ventanas
y que la luz llegara hasta la cocina,
que penetrara en la biblioteca
y que las letras de los libros murmuraran,
como entonces,
aquellas viejas historias y leyendas,
aquellos cuentos que escuchaba y que vivía
mientras mi mirada se perdía entre las brasas
y los leños de la oscura chimenea.

Y quisiera sentir la vida y tu presencia.
Sentir ese latir medio alocado,
y roto de mi pecho,
buscando tu figura invisible,
la risa cantarina de tus labios,
tus manos tan preciosas,
el brillo de tus ojos, eternos y sin sombras.

¡Oh "vieja casa" del jardín de invierno!,
¡cuánto daría por poder hablarte,
por poder decirte todo esto con mis letras!,
¡por poder sentir tus muros
y fachadas con mis dedos!.

...Pero no sé escribir y lo lamento.
No puedo ofrecerte la flor
y la rosa como antaño,
ni puedo darte los besos que yo quiero.
Me queda sólo el recurso de los niños,
me queda simplemente la huella
profunda de tu abrazo
y ese candor inmenso de tu alma
y de tu vida, entre mis sueños.

Rafael Sánchez Ortega ©
08/11/10

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