martes, 29 de junio de 2010

HACE UN RATO ESCUCHABA UN POEMA

Hace un rato escuchaba un poema,
eran versos escritos al viento,
eran gritos quizás desgarrados,
con el alma sufriendo en silencio.

Aun recuerdo las perlas cautivas,
que besaban mis labios inquietos
y el temblor de mis manos de anciano
que llevaba a la cara un pañuelo.

Y recuerdo la cara del niño
que buscaba impaciente el espejo,
y buscaba en el mismo su alma
encontrando el vacío y el eco.

Ahora sé cómo duele la herida,
la que sangra sin sangre por dentro,
ahora sé como gritan las almas
las que sufren de amor en su pecho.

No hace falta que cierres la puerta,
me decía a mi mismo sereno,
porque sé que la puerta no cierra
y el candado está roto y deshecho.

Ya no importa que nadie me busque
ni que vean mi pecho desierto,
sólo quiero que nadie confunda
ni que enjuaguen mis pómulos secos.

Al final nada importa en la vida
todo son fantasía y ensueños,
se comienzan y acaban los ciclos
y la vida se pierde en el tiempo.

Mientras tanto las almas suspiran
al sentir las estrellas del cielo,
al notar como ellas sonríen
y nos mandan nerviosas sus besos.

Ya ha sonado la triste campana
y se rompe de pronto el silencio,
simplemente recojo mis cosas,
las que llevan consigo los muertos.

Porque el alma se rompe y se muere,
desangrada de amar en sus versos
y se marcha al lugar de los niños,
donde duermen en paz y sin miedo.

Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/10

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