domingo, 10 de enero de 2010

APRENDERÉ A VIVIR SIN TU PRESENCIA

Aprenderé a vivir sin tu presencia
a pesar de la huella que has marcado,
sólo sé que no debo retenerte
y que marches y busques otros brazos.

Los latidos del alma se aceleran,
los suspiros afloran a los labios,
mientras veo de lejos tu figura
con la imagen borrosa que has dejado.

Pero tú corazón impetuoso,
ahogarás esas lágrimas del llanto,
cubrirás de ceniza tus cabellos
y el perdón pedirás de tus pecados.

Es preciso que mires adelante,
aunque sangre la herida del flechazo,
porque debes seguir en el camino,
y buscar por los cielos a los astros.

Es difícil que llegues a buen puerto,
marinero que llevas ese barco,
porque vas sin timón en la derrota,
y las velas rasgadas en los palos.

Hay remiendos cosidos en el alma,
hay maderos unidos por los clavos,
sin embargo aquel par de corazones
ya no están en la estrella con un lazo.

Se adivina que llega la tormenta,
con un viento del norte muy helado,
se congelan así los sentimientos
y se forman cristales en los charcos.

Más la vida se forma con veredas,
con caminos pacientes y gastados,
por los pies de los hombres que transita
y que mascan despacio su tabaco.

Una sombra muy densa se adivina,
es la noche que llega desde el alto,
es un grito que viene de los cielos
mientras van nuestros pasos separados.

Pero debo aprender que así es la vida,
que los días se viven con trabajo
y que debo vivir sin tu presencia
aunque sea muy duro superarlo.

Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/10

No hay comentarios:

Publicar un comentario